En una esquina

Un instante paraliza el tiempo. Lo que miras se difumina tras ese mar de sentimiento que brota de unos ojos llenos de nostalgia por un adiós que toca la puerta y espera que lo recibas con los brazos abiertos. Y una piedra salada cae en el suelo estremeciendo todo el lugar.
La vida es tan incierta, tan impersonal. Y fuiste tan feliz que asumiste que algo tan efímero como la alegría te correspondía, como si fuera un premio, un añadido que la vida nos da para compensar los tragos amargos que nos toca beber cual veneno revitalizante. Confiaste tus buenos momentos a una suerte prestada. Y la vida ahora te pide que le devuelvas lo que jamás valoraste. Echas una mirada hacia tus pies; una lágrima cae rogando perdón. La soledad invadió tu espacio y dejó unas cuantas palabras que merodean por ahí para tocarle la puerta a tu conciencia y recordar lo que dejaste abandonado en una esquina. El arrepentimiento funciona como un buen argumento ante las desiciones de un corazón herido por las balas que dispara la vida. El horizonte se borró; el camino se deshizo y ya no saben a dónde ir. El destino se desorientó y la felicidad es una pequeña luz que se apaga lentamente con cada lágrima, con cada segundo que pasa sin unir a dos amores que florecieron el el lugar equivocado, lejos.
Te das cuenta que la razón de tu existencia acaba de perderse en un abismo tan lejano como querer dejar de soñar. Sabes que no puedes detener el paso del destino, a quien no le importa pasar por encima de tu corazón y dejarlo herido y sin voluntarios para repararlo.
Estás en tu cama, sentada pensando en el olor de las mañanas junto a él, y entiendes que la felicidad no es una extemidad con la que se nace y se vive, sino una batalla que se lucha y se rie.

Mi realidad

Mis fantasías, mis sueños, mis dramas y mi mente: todo está aquí.
Ofrezco mi cordial bienvenida a este espacio que no es más que una servilleta virtual, donde plasmo mis emociones cada vez que tengo la necesidad de estallar.