
Y te quedaste sentado viendo lo hermosa que es la vida, y perdiéndote del placer inmenso que trae un beso por la mañana. No un beso de labios, sino de almas, de corazones. ¿Hasta donde vale la pena sufrir? No sé. Quizá la respuesta la encuentres imaginando mi cuerpo del otro lado de tu cama. O en la sonrisa que se escapa sin motivos ni razones, como un estornudo del alma.
Te limitaste a contemplar amaneceres en lugar de robarlos para ti. O quizá para mi.
Quizá no haya cabida para el arrepentimiento, porque quizá sea yo la que no quiera arrepentirse por ti. Y es así. Pero está la promesa de un borrón y cuenta nueva que promete una completa reivindicación de la razón ante el alma.
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